martes, 21 de octubre de 2014

Alegre de vivir...

Hoy, encontré este párrafo de algún poema que escribí en el 2007, un tiempo después de haber llegado a Bogotá, cuando comenzaba a darle impulso a mis pensamientos, a mi creatividad, a mis sueños… con ganas de darle un giro la vida que llevaba para rehacerla de una mejor forma. Hoy, cuando han pasado ya 7 años, me siento feliz de haber decidido cambiar, dejándome llevar por la magia de los sentimientos, de las fantasías, y la alegría de disfrutar cada camino que he decidido tomar.

(…) Mi error no fue haber existido,
fue no haber existido a tiempo,
fue no haber vivido en el tiempo,
fue no haber aprovechado el tiempo en mi existencia…

Cuando escribí este párrafo pensaba que mi existencia era un error, que mi vida parecía no tener ningún sentido. La ira, la desdicha, la amargura comienzan a crear códigos en nuestras mentes que nos invaden de terror, de pánico al tener que afrontar una vida que pareciera muy difícil por las dificultades que se nos presentan cada día. Los temores, el rechazo, la timidez, hacen que lo más fácil sea dejar de intentarlo y esconderse detrás de la melancolía. 

El único error sería no intentar que las cosas fueran distintas.

Cuando por fin llega el día en que te das cuenta de la magia que esconden las personas, la naturaleza, tu energía interna y lo que puedes llegar a hacer con tu imaginación, das un vuelco a tus hábitos destructivos y actitudes de reproche y aprendes a vivir contemplando la profunda belleza de cada cosa. Vives dulcemente, respetando al prójimo, percatándote de no hacer daño, de trabajar cada día sobre la dureza de tu corazón.

Decidí entonces introducir las palabras alma, espíritu y amor a mi vocabulario. Le presenté la meditación a mi mente, encontré en el cielo una fuente de inspiración, comencé a disfrutar las frases sabias, acudí al mar para ahogarme en sus lazos, dejé que el sol tocara mi piel, me aproveché de las rosas para que me dieran su aroma, me escondí en su pecho cuando necesitaba cariño, saludé a las estrellas cuando me observaban, le hablé al silencio cuando me escuchaba, hice un pacto con mis malos recuerdos, y salí a dar un paseo cuando la soledad se anunciaba a mi puerta.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Confianza

Hay palabras que, pareciera, reúnen todos los aspectos involucrados en nuestras vidas cuando intentamos definirlas.

Cuando pienso en la palabra confianza, y en las tantas veces y contextos bajo los cuales la he usado, parece que mi espíritu y mi entendimiento estuvieran en deuda con ella.

¿Qué es la confianza? ¿Cuándo logramos crear confianza en alguien? ¿Cuándo podemos tener confianza en nosotros mismos? ¿Qué implica confiar y qué tan fácil es?

Estudiando algunas definiciones y siguiendo aquellas emociones que nacen cuando pienso en esta palabra, puedo decir que la confianza es la seguridad y familiaridad que imprimimos en alguien o algo.

Seguridad y familiaridad. ¿Qué tan familiar nos resulta una persona, por ejemplo, para sentirnos seguros a su lado y poder confiar en ella? ¿Cuántas veces les ha sucedido que, acabando de conocer a una persona, sienten que les es familiar, que la conocen del pasado, e inevitablemente nace cierta confianza, en donde sienten que es más fácil ser sincero, libre y actuar de una forma natural y despreocupada?... Pero, ¿cuánta suerte se necesita para serle familiar a alguien o, por su carisma, crear cierta seguridad frente a cualquier persona?.

La confianza, entonces,  no solo se establece al sentir familiaridad o seguridad. También, la confianza puede esbozarse en función de las acciones y del comportamiento habitual de una persona. La confianza representa solidez, esto es, solidez emocional, cognitiva y sensitiva. Por el contrario, la desconfianza, duda,  incertidumbre e  inseguridad, nos paraliza ante cualquier posibilidad de seguir avanzando en cualquier aspecto de nuestras vidas.


Parece que todo se arma y se desarma en esta palabra. Que nuestra energía ronda alrededor de la confianza. Que nuestras emociones, nuestro equilibrio, depende de cómo percibimos esta confianza y qué tanta importancia le damos a esta en el día a día...

Diciembre 04.

lunes, 11 de noviembre de 2013

La cooperación y el mundo de hoy

El mundo de hoy se caracteriza por ser un mundo en crisis: económica, financiera, ambiental y social. Es un mundo en donde se ha incrementado el riesgo.
La cooperación internacional tiene una lenta capacidad de adaptación al esquema cambiante y a las dinámicas socioeconómicas del mundo actual.
Dentro de este proceso de adaptación, se ha decidido evaluar el esquema de cooperación pasando a alinearse con los sistemas nacionales y focalizadose en el logro de resultados. Se pasa de evaluar la eficacia de la ayuda por la eficacia del desarrollo. ¿Quiénes son los oferentes y quiénes los receptores del desarrollo?. ¿Sigue existiento un conjunto de paises que, por cuestión de principios tienen que donar o ayudar a otros?.
Con la aparición de múltiples actores de cooperación y la inmersión de la cooperación sur-sur y la cooperación descentralizada, que genera otras dinámicas de solidaridad y beneficio mutuo, se reconfigura el esquema de desarrollo ahora existente.
¿Qué papel juega Estados Unidos en el esquema de desarrollo actual? Las potencias del siglo XXI han cambiado. Actualmente, los paises que tradicionalmente habían tenido una marcada influencia sobre el sistema internacional no son necesariamente lo más dinámicos. ¿Qué pasa con China, India y Brasil?, ¿siguen siendo solamente grandes extensiones territoriales? ¿cuáles son los paises que lideran actuamente la cooperación internacional?.
Urbanización, migración, crecimiento poblacional, crisis de empleo, desigualdad, contaminación... son palabras cada vez más usuales en el vocabulario de la cooperación. ¿Dónde ponemos todo esto? ¿Cómo podemos influir sobre estos cambios?
Vivimos en un mundo interdependiente; vinculado a respuestas colectivas. Existen disfuncionalidades a escala mundial. No obstante, las respuestas a estas disfuncionalidades siguen basandose en un modelo tradicional: distribución de riqueza, ayuda vertical, participación restringida... La cooperación internacional necesita cambiar de paradigma y centrarse en un modelo operativo más eficiente.
Trabajo en red, asociación, intercambio de conocimientos, transferencia de tecnología, atención primaria y territorialización del desarrollo son nuevos conceptos que toman mayor fuerza y que entran a reemplazar términos ambiguos de la cooperación. ¿Qué tipo de cooperación necesitan nuestras urgencias globales? ¿qué tipo de cooperación se adapta más facilmente al riesgo?

jueves, 12 de septiembre de 2013

Tiffany & co abrirá sus puertas en Bogotá

Para que las empresas sean competitivas no basta con que tengan buenos productos o servicios. El éxito de cualquier marca depende de múltiples factores. Día a día empresas como Zara, Starbucks, Adidas o Mc Donald’s crean estrategias para la localización de nuevas tiendas, el manejo sistematizado de consumidores, la difusión de publicidad, pero sobretodo, para asegurar un posicionamiento local e internacional.

Cuando viajamos como turistas, muchos de los recuerdos que nos quedan de las ciudades son sus grandes avenidas y centros de comercio. Es común escuchar acerca del alto impacto visual que generan corredores como la Quinta Avenida en Nueva York,  Causeway Bay en Hong Kong o los Campos Eliseos en París. Este impacto se debe al efecto que causa en nosotros encontrar en un único espacio los nombres, logos y colores que durante años hemos visto en los medios. Surge entonces un impulso por entrar a cada almacén y conocer eso que nos han venido ofreciendo desde siempre. Productos a veces inalcanzables para muchos, pero que se han ido convirtiendo en parte de nuestros ideales.

Marcas como Chanel, Dior o Prada son referentes mundiales en moda  e innovación y, con seguridad, las ciudades más grandes del mundo tienen ya una sucursal de estas marcas en sus más importantes centros comerciales. Cuando las empresas que tienen el poder de la exclusividad tratan de aprovecharlo, casi siempre se unen a otras marcas en localizaciones estratégicas para conformar grandes nodos donde miles de usuarios confluyen e invierten enormes cantidades dinero.

En Bogotá, el Centro Comercial Andino ha sido uno de estos nodos comerciales en los últimos 30 años, en donde se han dado cita las marcas más exclusivas del mercado local e internacional. En este Centro convergen tendencias que, sumadas a las dinámicas de la Zona T, hacen de este punto uno de los referentes turísticos más reconocidos de Colombia.

No en vano a esta trayectoria, la empresa estadounidense Tiffany & co, una de las más prestigiosas joyerías del mundo, fundada en 1873, abrirá sus puertas en el mes de Noviembre en el Centro Comercial Andino, comprobando una vez más el interés de las grandes casas por ubicarse en la ciudad y fortalecer lazos comerciales con los empresarios colombianos.


De igual forma, las marcas Façonnable, Dolce & Gabana, Burberry y la reconocida tienda de café Starbucks tendrán un espacio en la ciudad durante el 2013, planeando grandes inversiones en infraestructura y en su posicionamiento en el mercado nacional.

Pese a esto, muchas críticas se escuchan sobre la llegada de estas marcas al país. La caída en el consumo de los productos nacionales y los costos elevados que proponen algunas de estas empresas son algunas de las causas de estos malestares. No obstante, hay quienes afirman que la apertura de estos nuevos mercados es positiva siempre y cuando no entre a afectar el mercado ya existente.  

Lo que es cierto y de lo cual debemos tener certeza es que la economía mundial no toma en cuenta la particularidad de cada caso y, seguramente, ni a Starbucks ni a Tiffany & co les importará el paro de los cafeteros ni el valor de las esmeraldas en Colombia. Su visión hace parte de una economía global y abierta.

De cualquier forma, nuestro país también tiene qué mostrar y seguramente nuestros empresarios siempre han soñado en permear los mercados internacionales. Sin cerrarnos a las marcas que aquí llegan ni haciéndole mala fama a lo extranjero, podemos ocuparnos tranquilamente de consumir lo que producimos y apoyar a nuestros empresarios. Con esto, crearemos algún tipo de equilibro. ¿No es equilibrio lo que todo el mundo quiere?


Mateo Ramirez Molina
Septiembre 12 de 2013
* Foto tomada de www.brilianti.com

miércoles, 28 de agosto de 2013

El concepto de desarrollo humano

El concepto de desarrollo ha sido ampliamente discutido en distintos ámbitos académicos y prácticos, siendo aplicado de forma recurrente sobre un ámbito macroeconómico; este enfoque, relaciona el crecimiento económico como la principal variable del desarrollo. De tal forma, varias políticas estatales que fortalecen el crecimiento se interpretan necesariamente como pro-desarrollo; “la comprensión del desarrollo basado en crecimiento se sustentaba en la idea de que en igualdad de circunstancias, el crecimiento de la economía liberaba recursos que podrían beneficiar a toda la sociedad” (Sant’Ana, 2008, p. 5).

Sin embargo, la inmersión de otros conceptos como desigualdad, pobreza o bienestar social, introdujeron una nueva concepción sobre el desarrollo. En 1990, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo rompió este esquema conceptual introduciendo el concepto de desarrollo humano a su vez que implantó una herramienta de medición, el Índice de Desarrollo Humano (IDH). El desarrollo humano, tiene en cuenta el acceso a las oportunidades de la población de forma tal que “si no se poseen estas oportunidades esenciales, muchas otras alternativas continuarán siendo inaccesibles (…) el desarrollo humano tiene dos aspectos, la formación de capacidades humanas y el uso que la gente hace de las capacidades adquiridas” (PNUD, 1990, p. 34).

De acuerdo con este enfoque, Lebret definió el desarrollo a partir de dos concepciones: 
“una concepción ‘mecanicista’ según la cual el desarrollo es concebido como resultado de producciones sumadas y donde las finalidades son de orden cuantitativo, y una concepción ‘orgánica’ según la cual el desarrollo es cuestión de elevación humana, en su conjunto, y donde las finalidades son de orden humano” (Múnera, 2007, p. 19).

Es así como a la variable de crecimiento se fueron adicionando otras dimensiones, dando paso a la evaluación del desarrollo desde un modelo de medición cuantitativo a un modelo de medición cualitativo. El desarrollo implica también el bienestar social, el acceso a oportunidades y, en general, una construcción colectiva. 

Para Hernando Gómez (2011), el desarrollo humano es el aumento del rango de opciones, escogencias, posibilidades u oportunidades entre las cuales podemos elegir los seres humanos. Unas palabras miran más a la libertad de escoger y otras a las alternativas que se presentan a quienes escogen.  Algunas definiciones comunes referidas al desarrollo humano son: 1) la ampliación de la gama de posibilidades de la población desde la política pública, 2) el disfrute de una existencia sana, acceso al conocimiento y posibilidad de participar en vida pública y asuntos colectivos 3) un equilibrio entre funcionamientos –condiciones de ser libre, respetado e instruido- y capacidades –combinaciones de funcionamientos-, y 4) las opciones que representan la condición y el campo donde opera la libertad, es decir, el aumento de la libertades concretas de las cuales disfruta cada ser humano.

En definitiva, el desarrollo humano no es el aumento en el producto o el ingreso per cápita de una sociedad determinada. Por el contrario, aquel es un proceso abierto y continuo que implica procesos tales como la modernización social.  

Desde esta perspectiva, para hablar de desarrollo hay que darle una mayor importancia a la modernización y bienestar social que al crecimiento económico de la población. Podemos ver, por ejemplo, cómo el crecimiento del PIB per capita mundial se ha multiplicado por ocho en los últimos 60 años, sin embargo, alrededor del 20% de la población se halla en condiciones de pobreza extrema. Es allí donde se sugiere observar con más detenimiento las urgencias mundiales antes que los avances, para darnos cuenta qué nivel de desarrollo tenemos. Basta con ver las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, para indagar las verdaderas necesidades de nuestra sociedad. El hambre, la pobreza extrema, la inequidad, el cambio climático, son consecuencia de la marcada atención sobre el crecimiento y a la prosperidad de la economía mundial, dejando a un lado variables que conciernen a la calidad de vida, la sostenibilidad y la equidad social. 

Mateo Ramirez Molina
Agosto 28 de 2013

* Fotografía tomada de www.powerofpeace.com

sábado, 8 de junio de 2013

Bogotá desde su entorno empresarial

Las empresas, son promotoras y actores principales de la competitividad entre ciudades. Por medio de su posicionamiento dentro de la economía local, se fortalece la oferta de productos y servicios, la generación de empleo y una mayor cercanía a los mercados globales.

Bogotá, ha sido fruto de un importante fortalecimiento del entorno económico y empresarial, siendo catalogada en el año 2009, como una de las mejores ciudades para hacer negocios en América Latina. Según la Cámara de Comercio de Bogotá (2010), en éste mismo periodo, teniendo en cuenta el Producto Interno Bruto, se posicionó como la séptima ciudad en América Latina, superando a ciudades como Brasilia, Lima, Montevideo, Monterrey, entre otros.

Pese a este desempeño, la ciudad sigue viéndose enfrentada a una serie de inconvenientes, que frenan abruptamente su nivel de competencia -las tasas más altas de desempleo e informalidad -10% y 40%- respectivamente, y uno de los más bajos niveles de exportación-.

En la actualidad, Bogotá cuenta con cerca de 205.000 empresas –aproximadamente el 27% del total del país-. De estas empresas, solo 19 logran posicionarse dentro de las 500 mayores de América Latina.

En el último semestre, en la región metropolitana Bogotá-Cundinamarca, se crearon más de 34 mil empresas (CCB, 2010), siendo el comercio -38%- y los servicios -41%-, su principal actividad. Sin embargo, estos datos no son tan alentadores, cuando observamos que el 99% de dichas empresas fueron creadas como Microempresas –con 10 o menos trabajadores y un capital que no supera los 10 millones de pesos-, y que solo el 1%, fueron creadas como Pymes y Grandes Empresas.

Según la revista América Economía, el 98,5% del total de nuevos negocios en Bogotá son microempresas. De estas, una cuarta parte nace de manera formal y el 63% se formaliza después de tres años y medio de existencia.
La tendencia que se presenta en la creación y formalización de empresas, resulta desfavorable para la competitividad de la ciudad. La existencia de un gran número de microempresas con limitaciones en la oferta y demanda de productos, y con reducidas oportunidades financieras, sesga las oportunidades de ampliación comercial y conexión global de la ciudad. Por el contrario, son las Grandes Empresas y multinacionales, las que tienen la capacidad de acceder a nuevos mercados, innovar en tecnología, proporcionar un mayor número de empleos y fortalecer la productividad y el desarrollo económico local.


Aunque Bogotá es la principal ciudad de Colombia, y como tal, la más atractiva para localizar empresas con capital extranjero, el futuro del sector económico de la ciudad está recayendo en las empresas locales de bajo rendimiento. Es por esto que la ciudad debe enfrentarse a importantes retos como lo son promover la internacionalización y el desarrollo humano, la promoción de productos a gran escala, la unión económica entre empresas, el apoyo y financiación de proyectos innovadores, así como la intervención integral en la cultura organizacional y de gestión de recursos.


Mateo Ramirez Molina
Junio 08 de 2013

jueves, 14 de febrero de 2013

Apuntes sobre el concepto de propiedad privada y planeamiento urbano en Colombia


Propiedad privada

El concepto de derecho de propiedad en el ordenamiento jurídico colombiano, ha sido objeto, desde hace más de ocho décadas, de modificaciones por parte de actos legislativos y reglamentaciones normativas.
 La evolución del concepto de propiedad en Colombia comienza por la concepción de este derecho como absoluto –inviolable y natural- del cual no podría limitarse ni desconocerse por parte del Estado[1]. No obstante, desde 1936, la Corte Constitucional colombiana realizó intentos por cambiar esta visión individualista resaltando la importancia de las obligaciones que se adquieren al constituir los bienes inmuebles. Por medio de algunos actos legislativos –sentencias-, se comienza a concebir que la propiedad es una función social que implica obligaciones y se reconoce la facultad del Estado frente a la extinción de dominio[2].
En 1991, año en que fue modificada por última vez la Constitución Política de Colombia, se establece que el derecho de propiedad tiene limitaciones y que “si un predio no cumple con la función social y ecológica de la propiedad, puede ser expropiado, bien por un proceso judicial o bien por un proceso administrativo”[3]. Por tanto, su extensión no es absoluta y depende de la regulación y normas de mayor y menor jerarquía impuestas por el Estado y las municipalidades.
En Colombia, el Estado ejerce sus funciones a través de los municipios –gobiernos locales-, que, en lo que se refiere a políticas del suelo, tienen la obligación de crear lineamientos y normas específicas para el ordenamiento territorial y la planeación espacial –ordenamiento de los sistemas de interés general-[4].
Son los municipios bajo las normas de orden nacional los que, a través del ejercicio de la función pública, fijan límites al derecho de dominio o derecho de propiedad. En consecuencia el Estado a través de la entidad municipal tiene la función de clasificar los suelos y definir sus usos, teniendo en cuenta, a su vez, los derechos fundamentales y colectivos de los ciudadanos –propietarios - los cuales deben reflejarse en las decisiones administrativas que ordenan y planifican el espacio.
De la función pública del Estado se derivan algunos de los principios constitucionales tales como:
-       El deber del estado de velar por la integridad del espacio público y las entidades públicas regularán la utilización del suelo y espacio aéreo urbano en defensa del interés común. Intervención del estado en el uso del suelo
-       La protección a los derechos colectivos como la vivienda. Todos los colombianos tienen derecho a vivienda digna. El Estado fijará las condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho (…)
-       Los derechos colectivos: el espacio público, el medio ambiente sano y el patrimonio cultural (Art. 52, 67, 72, 79 y 82 CN) en cuya defensa y control de cumplimiento, los ciudadanos pueden interponer acciones de cumplimiento y acciones de tutela.
Sobre la propiedad privada, específicamente, y atendiendo a la Ley 388 de 1997 –ley de Ordenamiento Territorial-, pueden resaltarse tres principios fundamentales: 1). La función social y ecológica de la propiedad, 2). La prevalencia del interés general sobre el particular, 3). La distribución equitativa de las cargas y beneficios.
En tal sentido, la Constitución reconoce el derecho de propiedad y los deberes de los propietarios con la sociedad. Los ‘deberes’ que tienen los propietarios del suelo urbano son fijados por las normas e instrumentos que se desprenden del Plan de Ordenamiento Territorial POT de cada municipio. ¿Cómo se garantiza desde las administraciones locales dicha función social y ecológica de la propiedad?
Nuestra legislación contempla dos formas para hacer efectiva la primacía de la función social y ecológica de la propiedad, basadas en la figura de expropiación –consagrada en la Constitución Nacional-: la expropiación ordinaria y la expropiación administrativa. La expropiación ordinaria “se presenta por motivos de utilidad pública o interés social definidos por el legislador (art. 58 Ley 388 de 1997), y para que prospere debe existir indemnización y sentencia judicial previas”[5]. Por su parte, la expropiación administrativa “se origina cuando existen condiciones de urgencia en los motivos de utilidad pública o interés social (art.65 Ley 388 de 1997), y se produce antes de la sentencia judicial por medio de un acto administrativo expropiatorio”[6]. Pese a esto, en algunos casos la figura de expropiación ha creado polémica en las ciudades colombianas dado que el sistema de liquidación de las indemnizaciones se encuentra basado en avalúos catastrales de los inmuebles y no en su valor real de mercado. Las expropiaciones no exitosas o los inmuebles que no cumplan con dicha función pública pueden ser adquiridos por enajenación forzosa.
Por último, la función pública del urbanismo, a partir de la nueva Constitución define y separa dos tipos de derechos: el derecho de propiedad y el derecho de construcción. El primero se reconoce y el segundo lo propone el municipio a través del POT. Se convierte realmente en derecho, cuando la entidad competente expide la respectiva licencia (permiso) de urbanismo o construcción. Se ejerce ese derecho cuando se urbaniza o edifica[7].
La propiedad es un derecho exclusivo –del propietario- y perpetuo –no se extingue- sujeto a fines de utilidad pública. La redefinición histórica del concepto de derecho de propiedad y su articulación con los principios constitucionales y la normatividad urbana, le ha proporcionado un carácter de interés público a las ciudades en Colombia, en donde su crecimiento está dado bajo lineamientos jurídicos, el interés general y la planeación. Desde una perspectiva basada en el Ordenamiento Jurídico colombiano, se necesitan tres componentes para facilitar el manejo de la propiedad privada en las ciudades modernas, 1) la existencia de instrumentos normativos 2) la prevalencia de principios o fundamentos generales reconocidos por la sociedad, 3) la descentralización de funciones por medio de órdenes locales.

Planeamiento urbano en Colombia
Desde los años 90’s, las ciudades colombianas comienzan a tener cierta primacía frente a los territorios rurales. Para el año 2005, el 80% de la población colombiana se ubicaba en ciudades. Factores como el desplazamiento forzado, la especialización de centros económicos y la inseguridad en territorios rurales, han sido alicientes para el crecimiento de una red de ciudades principales, Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, que cuentan con más de 1 millón de habitantes, y alrededor de 30 ciudades intermedias con entre 100 mil y un millón de habitantes.
La planeación urbana en Colombia, no surgió de forma espontanea. Desde hace más de treinta años, el crecimiento de la población y la urbanización acelerada en el país, requirió de un sistema institucional y normativo que regulara el desarrollo de las ciudades en sus dimensiones físicas y sociales. El concepto de planeación fue implementado de manera gradual en el ordenamiento jurídico colombiano, liderado por la Constitución Nacional de 1991, que introdujo los principios básicos de la propiedad privada y el ordenamiento territorial. Poco a poco, la planeación y los instrumentos de gestión territorial harían parte de las directrices o normas locales y del marco normativo que regula el desarrollo urbano municipal. La importancia de la planeación en el desarrollo municipal es el principal medio para proponer objetivos a mediano plazo relacionados con el crecimiento y gestión de los recursos.
El modelo de planeación de cada municipio, se encuentra sustentado en los Planes de Desarrollo Municipales, enmarcados en las políticas a económicas y sociales a corto plazo, y los Planes de Ordenamiento Territorial, con una vigencia de 12 años, sustentados en el planteamiento de los instrumentos y directrices para la gestión del suelo.  De acuerdo a la Ley de Ordenamiento Territorial -Ley 388 de 1997-, cada municipio de Colombia, según su número de habitantes, debe plantear cada 12 años y revisar de manera periódica un Plan de Ordenamiento Territorial (POT).
Con la aparición de los POT, que son el conjunto de directrices, estrategias y programas para orientar y administrar el desarrollo físico del territorio municipal, se dio comienzo a un tipo de ‘descentralización’ de la planeación, aumentando el control y promoviendo la participación de la población desde su formulación. En resumen, el derecho urbanístico colombiano se rige por las siguientes normas en orden de jerarquía.
-          Ley 388 de 1997
-          Planes de Ordenamiento Territorial
-          Planes Maestros –planes detallados de los sistemas de la ciudad (equipamientos, salud, movilidad, servicios, etc)-
-          Instrumentos de planeación (Planeas parciales, Unidades de Actuación Urbanística)
Pese a la existencia de este marco normativo, cada vez más consolidado y sujeto a principios de acuerdo general, la planeación en Colombia es relativamente joven, siendo muchos de sus procesos desconocidos por la gran mayoría de la población. Así mismo, las entidades encargadas del desarrollo urbano en las grandes ciudades –como Bogotá D.C.-  aún no logran implementar en el contexto real de la ciudad, los distintos instrumentos creados por las normas
En la última década, el modelo de planeación en Colombia, teniendo en cuenta la primacía de los cascos urbanos, le ha dado una especial importancia a la articulación entre la ciudad y la región, fortaleciendo la capacidad de las instituciones para abordar la gestión eficiente de las regiones metropolitanas, de la relación socioeconómica entre las ciudades y las pequeñas poblaciones que la rodean, y en general, de su cooperación intersectorial.
Pese a esto, el tema regional es muy precario desde el punto de vista normativo. Los Planes de Ordenamiento Territorial aunque reconocen la existencia de una región y la importancia de los territorios suburbanos para el sustento ambiental de las ciudades, no contemplan lineamientos claros para su articulación ni para su sostenibilidad económica. Tampoco en la práctica ha sido muy exitoso este modelo, pues a pesar de los esfuerzos políticos y administrativos, la falta de infraestructura y de cooperación financiera, deja a un lado a los territorios rurales, enfocando todos los recursos e innovación para las grandes ciudades; la importancia que recae en la capital colombiana, por ejemplo, ha provocado una marcada  segregación espacial, acompañada de la oferta inmobiliaria que sigue centralizada en la metrópoli.
Es así como el modelo de planeación, que depende en gran parte de cada municipio, está sujeto a los distintos tipos de planes, de corto y mediano plazo, así como a las políticas de cada gobierno, siendo difícil su implementación dada su rotación, replanteamiento y nuevas visiones que se van implantando según el gobierno de turno. Así mismo, el mercado y la población, deciden localizarse en las ciudades o cerca a ellas, creando un modelo de crecimiento centralizado y poco favorable para su sostenibilidad física, ambiental y económica.

Mateo Ramirez Molina
Febrero 14 de 2013


[1] Comparar Hernández Velásquez, David. El Desarrollo de la propiedad privada en el ordenamiento jurídico de Colombia. Pontificia Universidad Javeriana, pág. 90. Recuperado en: http://www.javeriana.edu.co/juridicas/pub_rev/univ_est/pdfs/cap.%205.pdf
[2] Comparar Villegas del Castillo, Catalina (2004). ‘Análisis del derecho de propiedad a propósito de la jurisprudencia de la Corte Constitucional: ¿Hacia una redefinición del derecho de propiedad?. Universidad de los Andes, Bogotá D.C. pág 5
[3] Ver Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial et al. (2005). ‘Formulación y aplicación de la Ley 388 de 1997 en Colombia, Una práctica colectiva hecha realidad’. Bogotá D.C. Págs. 34-35
[4] Comparar Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial et al. (2005). ‘Formulación y aplicación de la Ley 388 de 1997 en Colombia, Una práctica colectiva hecha realidad’. Bogotá D.C. pág. 35
[5] Ver Hernández Velásquez, David. El Desarrollo de la propiedad privada en el ordenamiento jurídico de Colombia. Pontificia Universidad Javeriana, pág. 92. Recuperado en: http://www.javeriana.edu.co/juridicas/pub_rev/univ_est/pdfs/cap.%205.pdf
[6] Ver Hernández Velásquez, David. El Desarrollo de la propiedad privada en el ordenamiento jurídico de Colombia. Pontificia Universidad Javeriana, pág. 93. Recuperado en: http://www.javeriana.edu.co/juridicas/pub_rev/univ_est/pdfs/cap.%205.pdf
[7] Comparar Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial et al. (2005). ‘Formulación y aplicación de la Ley 388 de 1997 en Colombia, Una práctica colectiva hecha realidad’. Bogotá D.C. Págs. 34-35