sábado, 31 de diciembre de 2011

Canto final

Así como cuando una roca se estrella contra un pozo y quebranta su acostumbrada finura, así como cuando el fuego deja en el cuerpo una huella que aflige, así como cuando se hace difícil derrotar al viento y caminar entre terrenos escarpados, así fue cada día en este año iracundo, una ristra de ilusiones, de flagelos y arrepentimiento.

Comenzando con la desdicha de perderla, de perder a la mujer que me inspiraba, que me dejaba una sonrisa con solo mirarla, que me daba el aliento y la fuerza con el olor de sus manos.

Fui patético y ciego, enredándome en quimeras y ocultando sentimientos, siempre quise encontrarla, buscando en otras calles, en otros brazos y en otra piel, caminando sin rumbo en las noches, pensando en qué hacer para tenerla, siempre quise encontrarla.

Con ella se fue todo, olvidé recitar mis versos, dejé de contar las horas, abandoné mi porte y mi ceño, eché a perder mi alegría y mis anhelos. Aun encontrando esperanzas todo lo perdí, solo quería volverla a tener en mis brazos.

Tuve momentos de dicha y placer, amanecí muchas veces con una marcha triunfal, pero no fue suficiente, mucho tiempo perdí.

Hoy, muriendo en este hospital, por algo más grave que lo que causó ella en mi alma, pienso en mi vida y siento nostalgia, nostalgia por lo que no hice mientras en ella pensaba.


Mateo Ramirez Molina

Diciembre 31 de 2011