jueves, 3 de marzo de 2011

Segunda parte, 'Los ángeles desde mi ventana'


A veces mi ventana parece como rota. Como si una profunda nostalgia bajara por su cuerpo y le produjera lágrimas en el vaho de la lluvia.

En mi cama, de noche, logro recrear situaciones que evocan lucidez y fervor, como cuando al beber dos copas de vino el cuerpo comienza a relajarse, queriendo crear un equilibrio entre el bienestar físico y la claridad mental. Eso mismo pasa entre el éxtasis y el orgasmo. El corazón se detiene de un largo recorrido y comienza a palpitar al mismo ritmo del tic-tac del reloj. Trato de recordar mi vida pasada recorriendo cada calle y cada sitio en donde anduve rodeado de algún sentimiento, no importa si fue triste o alegre, solo trato de recorrer mis recuerdos y reto a mi mente a construir aquellos escenarios que ya poco tenemos presentes.

Ese mismo fulgor que siento al recordar e inventar escenas en mi cama, lo consigo cuando deambulo por las calles tratando de encontrar la mirada devastadora de alguna mujer. No cualquiera. He descubierto una caprichosa fijación por las mujeres robustas de piel blanca, pelo castaño, piernas largas y senos redondos y prominentes. Los tacones, aún desconozco la parte de mi cuerpo que envilece frente al sonido constante y seco de los tacones.

Decía que puedo alucinar con la mirada envolvente de una mujer. Y sí, cuando camino suelo estar buscando los ojos de aquellas que parecen tener algo interesante. Si su mirada, casi poética, puede sostenerse con mi mirada por más de algunos segundos, hasta que mi cuerpo resulte derrumbándose, doy por satisfechos mis deseos.

Los sueños. Si hay algo a lo que el hombre puede sacar provecho es a sus sueños. Hablo de los sueños que crea nuestro cerebro cada noche.

No existe una receta para guiar los sueños o terminar comiéndose a la vieja que uno quería. Cómo hacer para que cuando estemos en la mitad del primer beso no nos despierte cualquier ruido, el teléfono, la puerta, el pito del carro, el sitófono. Como hacer para pausar el sueño, ir a orinar y continuar soñando. En qué íbamos.

Dentro de la inmensa variedad de historias que he creado en mi cama mientras duermo he podido conocer varios labios, correr por las calles, darle vuelco a épocas más jóvenes, ser un asesino y hasta predecir hechos que días después ocurrían. Muchas veces amanecí con lágrimas en las mejillas o sonrisas que se prolongaban durante el día.

Hace un par de semanas soñé que recitaba algunas frases en medio de una ópera. El sitio estaba rodeado de luces tenues y de público que más que rostros se representaba en sillas de madera. Cuando llegué al intermedio en el que tenía que hacer mi número hasta ahora comenzaba a repasar los versos que tenía que recitar. No hubo tiempo para más. El telón ya estaba encima y de repente caí sobre un piso de madera, frente a una joven y radiante mujer, nunca la había visto. Tenía que decirle cantando algún verso sobre la desilusión que me había dejado su amor, sobre lo desalentado que estaba mi corazón al no poder cautivarla. En la última escena, tenía que declarar mis ansias por ella y por su indisoluble belleza. De repente, comenzaron a surgir palabras que no imaginé podría enlazar mientras dormía. El tono de mi voz, la fuerza con la que dije cada frase fue hipnotizante, envolvente. Sentí por primera vez que todo lo valioso que había dentro de mi podía entregárselo al público que silencioso esperaba ávido el gran final de la obra.

No pensé que te fueras del aire que llenaba tu cuerpo,
No pensé que tu rostro, tu dulzura, migrara, insólitamente de mi ilusión.
Haces falta en mi mente, en mis labios, en mis ojos.
Haces falta en mis días, en los días que temblaba, el aire, feliz.
Si me dieras un segundo, tan solo un instante para conquistarte, te daría un beso, no para conquistarte, sino para morirme entre tus brazos.

Mateo Ramirez M.
Marzo 03 de 2011







1 comentario:

  1. Muy bien sobrino, la práctica hace al maestro y entre más escribas, mas perfeccionarás tu estilo...

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